La perspectiva humanista comienza a desarrollarse en 1960 como el movimiento cognitivo. El humanismo surge en oposición al auge de las teorías sociológicas que definen al hombre como un producto de su ambiente.
Las ideas que se destacan son:
1) La importancia que se le asigna al individuo, a la libertad personal, al libre albedrío, a la creatividad individual y a la espontaneidad.
2) Se hace hincapié en la experiencia consciente.
3) Se pone énfasis en todo lo relacionado con la naturaleza humana.
El Humanismo también se opone a los que considera aspectos deterministas y degradantes del Psicoanálisis Freudiano, criticando la insistencia de Freud en explicar la psiquis normal a partir de la patología y poner énfasis en todos los aspectos negativos de la naturaleza humana, como el sufrimiento, los celos, el odio, el temor, el egoísmo.
Maslow y Rogers compartían esta visión.
Maslow fue el fundador de la Psicología Humanista.
El resultado de sus investigaciones dio origen a la teoría de la autorrealización.
La motivación innata en todo ser humano es realizar su potencial usando sus aptitudes y capacidades, logrando así una sensación de plenitud; esa autorrealización la denomina experiencia cumbre.
Para alcanzar la autorrealización personal, debemos satisfacer las necesidades en el siguiente orden jerárquico:
1) Necesidades fisiológicas
2) Necesidad de seguridad
3) Necesidad de amor y pertenencia
4) Necesidad de aprecio
5) Necesidades cognitivas (relacionadas con la adquisición de conocimientos)
6) Necesidades estéticas (sensibilidad hacia el arte)
7) Autorrealización (ser todo lo que uno es capaz de llegar a ser. Plena realización del potencial.
Carl Rogers sostiene una similar teoría de la necesidad última de autorrealización y destaca un impulso innato hacia ese propósito.
La diferencia con Maslow es que a su proceso de autorrealización lo considera constante y continuo.
Rogers sostiene que la crianza y sobre todo el papel de la madre es un factor básico para lograr una personalidad adulta.
La Psicoterapia de Rogers se centra en la persona, que él llama cliente y no paciente, porque no es pasivo sino activo y responsable en el proceso de mejorar su vida, debiendo decidir conscientemente y racionalmente qué está mal y qué debe hacer al respecto.
El terapeuta es como un confidente o consejero que escucha y alienta en un plano de igualdad, con una actitud comprensiva, entendiéndolo. A esta actitud que debe tener terapeuta la denomina “encuentro”.
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